jueves, 8 de julio de 2010

AIRES DEL SUR

Vienes como los aires del sur,
calientes y potentes.

La calima se había apoderado de mi presencia.
Sentía calor y asfixia por fuera. Estaba helada por dentro.
Te encontré sin querer. Casi sin buscar.
Una tarde de primavera, con reticencias, incluso, te hablé.

De un levante en calma, soporífero,
vienes con un poniente fresquito, renovador
y me activo.
Observo tu movimiento desde afuera, desde dentro,
desde todos los ángulos que mi imaginación puede recrear.
Me gusta.
Tienes el don de acelerarlo, de suavizarlo, de pararlo.
Y todo mi cuerpo, al son de mi respiración,
se tensa o se relaja. Provocas mi excitación.

Yo no quería verte. Desconfiaba del cielo.
Demasiada calma-me dije.
Pero supiste levantar la tapa de mi frente
para que, vertiginosamente, me montara en un globo
del que ya no quise bajar.

Un día poniente, otro levante y entre uno y otro
yo empujo a Eolo hacia ti y tú lo recoges
para con más fuerza, soplar hacia mí.
En ese vaivén formé un tornado
en el tunel de la distancia, con la confianza.
Con el deseo de más realidad que metáfora.

Desde entonces, sin saber cómo, espero
semidesnuda entre este calor sofocante.
Un viento ha brotado en un cielo oscuro
que no trae de vuelta nada.
Pasan los días y no traen nada más que calor y asfixia.

Me acordé porqué no quería conocerte.
Pero necesitaba tanto de tus aires…
que me emocioné pensando que eras diferente.
Si me vuelves a soplar, acuérdate de una cosa:
si me gusta, siempre, ¡óyelo! siempre,
voy a contestar…


PBG

viernes, 2 de julio de 2010

Gracias al mar

Suave caricia
soplo ligero
fragancia a… (inspiro)
me llega todo
y con todo me quedo.
Adornado
Por un girasol gigante,
en medio
del claro cielo
fragancia a… (vuelo a inspirar)
cuando cierro los ojos (de frente)
y entono
un te quiero (con mi mente)
Estando acompañada,
No. ¡qué va!
¡Sola!
No hace falta nada.
Con la… (inspiro más)
Fragancia a mar,
con eso, sólo,
me quedo.

La joven frente “al mar de plata”, gracias a él, a su tono, al reflejo de la luz, a estar por encima de lo que tenía al lado, como si sus neuronas fueran lianas a través del océano con árboles surgidos del fondo, para llegar a su verdadero amor… la joven cuando abrió los ojos y descubrió a un desconocido que roncaba en su primera cita, ahí tirado como un “Cristo” se echó a reír y en ese mismo momento, con todo (mente y cuerpo), voló.

Drechos de Autor: Mª Pilar Berzosa Grande

miércoles, 23 de junio de 2010

LA OSERA

Dormité.
Inverné,
tanto tiempo…
Sentí su olor,
su presencia,
su calor.
Viví lo bueno.
Sentí lo malo.
Descubrí
Como si no
existiera nada más
en mi caverna.
Me desperté.
Me desperecé…
Y salí.
Anduve.
Salté.
Corrí.
Jugué.
Y
Renací.

domingo, 6 de junio de 2010

El basurero

No te comprendo
¡Qué despropósito!
Has tirado un tiempo;
has desgastado un deseo.

Sin mediar una palabra
Para ¿yo adivinarte?

¡No te comprendo!
Más allá de tus motivos,
has abandonado sin más,
ultrajado lo más básico.

Simplemente, ¿no te enteraste?
Ya veo que no.
Simplemente…¡Era amistad!

lunes, 31 de mayo de 2010

Sin título. Primavera, 2010

¿Qué te pasa?
¿Y a ti...y a ti...?

¿Qué os pasa?
De la admiración
a la ignorancia.

¿Qué deseas?
¿Y tú...y tú...?

Distintos todos y
todos tan iguales...
Caballeros andantes
bajo un lema claro;
portadores de un escudo cobarde;
incapaces de expresar lo más básico;
guerreros del miedo ante la muchedumbre;
aparentes exitosos, ahí engalanados,
dejáis el valor en el exterior
y cuando os desnudáis, ahí...
ni siquiera miráis vuestro espejo
para no asustaros, para no reconocerlo.

Dejáis el valor de vivir,
sólo, para lo supérfluo

domingo, 23 de mayo de 2010

UN ENFOQUE DE VIDA

Era la primera vez que Martín pasaba por ese trago. Nunca en su vida había tenido problemas con la justicia. Un hombre afable, de los que pudiera decirse bonachón, grande, con pies amplios que sostenían un cuerpo glorioso. Martín era querido por toda la comunidad. Regentaba una droguería que anteriormente había sido de su padre y del padre de su padre y… del padre de este último. Cien años de antigüedad ni más ni menos y una saga de Martins que aprendían las fórmulas, primero con el entusiasmo de los ojos infantiles para pasar a la curiosidad atrevida del adolescente y culminar con la sabiduría sensata de los expertos drogueros. Claro, que, entre una y otra fase, Los “Martins” solían tener ciertos descuidos que generaban una explosioncita por aquí, un achicharramiento por allá, una queja por algún cabello que, en vez de quedar rubio platino pasó al más puro verde así como…por arte de magia; nada, cosa de poco.
Martín contaba ya 40 años y su padre, la nada desdeñable cantidad de 79. Ahora él, su padre, anclado en los recuerdos que le proporcionaron las dichas de las mezclas, no se separaba de su hijo, aunque éste a veces sintiera la necesidad de trabajar solo. Martín era así. ¿Cómo decirle a su “viejo” que se fuera si se le iluminaban los ojos cada vez que le proponía hacer una fórmula… aunque no fuera para nadie ni sirviera para nada? Así lo tenía entretenido y le daba un sentido a mantener su arcaico negocio de techos altos revestidos con antiguas y sólidas maderas que apenas eran visitadas por los clientes porque ¿quien necesitaba hoy en día una fórmula magistral para hacer un lavado o limpieza de cutis, un crecepelo o un arreglo en casa? Ni la gente tenía tiempo ni ganas de buscar a Martín cuando todo podían encontrarlo a gran escala en las grandes superficies comerciales.
¿Todo? No, todo no. Martín lo sabía y aunque fuera por un solo individuo, eso le bastaba para seguir con su humilde negocio y poder enseñar a su hijo (por supuesto Martín) la importancia de lo que hacía ahora y seguir con la tradición de su familia, aunque todo el mundo le dijera, incluida su mujer, que estaba anticuado ¡Qué más le daba! ¿Acaso hacía mal a nadie? Incluso servía como entretenimiento por su sentido del olfato, ya que era común que estuvieran jugando al tute y entre cante y cante dijera “Hueles a “Jacks” de nuevo Joaquín, ya era hora porque últimamente no salías de el Agua Brava” o “No le eches tanto amoniaco al servicio, que te lo tengo dicho Pepe, que echa "pa" atrás a la gente” (ni siquiera había pasado por el umbral de la puerta del bar). Detectaba con tanta facilidad lo olores que sus amigos habían terminado por hacer una porra cada vez que se juntaban.
Bien, se decía “ya tengo un beneficio de mantener la droguería, mujer”. Cierto que lo comentaba de broma y a veces bajo el efecto de unas cuantas cervezas… Aun así a la mujer se le erizaban los pelos cuando escuchaba tanta frivolidad y recordaba las cuentas, los beneficios diarios de su “querida droguería” “¡Todo el día! Y ¿para qué Martín? Si no fuera ahora por la pensión de tu padre y mi trabajo, ¿de qué viviríamos?” Martín lo sabía, era una realidad, que aunque le molestaba no podía replicar; además su carácter le impedía entrar en discusiones exacerbadas con su mujer y únicamente le recordaba que él se encargaba de todas las cosas domésticas y de que gracias que tenía la droguería en la propia casa, podían llevar a cabo todo esto. Mientras se lo exponía se acercaba sigiloso y cariñosamente por detrás de ella porque sabía que le apaciguaba y le decía al oído “¡Te he preparado unas alubias con almejas, corazón, que no se las salta un gitano… reina mía!”. Su mujer no podía aguantar la sonrisa y es que era cierto que no pisaba su cocina, ni fregaba un suelo de la casa. Su marido era “muy apañao” como solía decir y se orgullecía de él, en comparación con sus compañeros de trabajo y los maridos de sus amigas, pero a veces sentía que no progresaba y le decía “Martín, ¿no quieres más en la vida?” A lo que él contestaba asombrado “¿Más? ¿Qué más puedo querer? Tengo dos hijos maravillosos, una gran mujer, mi padre vive todavía y… mi droguería…”, para luego añadir: “¡Eh!, la única que sobrevive de la ciudad, no lo olvides”.
Nadie podía entender y por supuesto, él no lograba acertarlo, qué hacía en el juzgado nº 2 de lo social. De repente la antesala se llenó de gente que esperaba de manera estoica 3 horas. Martín abuelo, ahí mantuvo el tipo entre cabezada y cabezada; de hecho en una de esas le pilló cuando salió el secretario judicial y preguntó “¿Martín Martines Quevedo?” Martín se acercó lentamente ante la expectación de sus amistades. “El carnet por favor”, le indicó mientras le observaba de arriba abajo. Cuando el señor secretario comprobó el nombre del carnet con el que tenía escrito en la citación, hizo un gesto que sorprendió a Martín “¿pasa algo Sr?” “Pues… su apellido es ¿Martines o Martínez?” “¿Yo siempre me he llamado Martines, ¿por qué?” “No… por nada… espere un momento.”
En esto, el secretario se fue adentro durante unos minutos, mientras el hombre se quedó de pie, con su típico aire impasible, para salir el funcionario
con su mismo estilo neutral y decirle: “Lo siente Sr. Martines, ha habido un error. La citación es para otra persona que tiene los nombres muy parecidos a Vd. Ha habido un error y le han mandado a su casa la citación pero lo he comprobado y es Martínez y no Martines… Así que se puede ir a casa tranquilamente…. A ver el siguiente es…”
Sin esperar a que Martín pudiera dar una respuesta a esta persona, el secretario como un robot comenzó a atender a otra gente. Otro podría haberse quejado o manifestado su malestar por este disgusto pero Martín, acorde con su forma de ser, cogió de la mano a su mujer, despertó a su padre y, a los amigos que habían ido a acompañarle les dijo: “Vámonos a celebrarlo… Es un error”.

DUDAS

Observo la naturaleza
desde mis ojos subjetivos;
viendo la belleza,
atravesando los sentidos.
En mí está la exigencia
de cuidar el vacío,
de valorar lo que vale
en los silencios repetidos.
Y más allá de comprender,
sólo me paro y observo.
Nada más me veo capaz de hacer
para no entrar en el juicio.
Pues sin duda, de todas,
la humana es la más compleja